El presidente del gobierno no deja de
ser un primus inter pares, por mucho que él proponga al Silente (digo al Rey),
el nombramiento de los ministros.
A la hora de gobernar, se gobierna entre
todos, y las decisiones se toman en secreto en consejo de ministros, aunque un
consejo tan peculiar no creo que sea capaz de guardar secreto alguno-
Pensaba decir que “Maduro Sánchez” había
cruzado el Rubicón, pero no solamente ha sido él, sino todo el desgobierno que
sufrimos.
Estoy seguro de que esa inútil ministra
de educación –la denominación parece un sarcasmo-, con esos aires que tiene de
progre revenida (y multimillonaria defraudadora fiscal), y de profesora de
educación especial –otro eufemismo más-, podrá explicar a la mayoría de las
miembras, miembros y personas de sexo “fluido” del gobierno en que consiste
pasar el Rubicón, ya que sospecho que una buena parte de ellos proceden de la
Lode, la Logse, y demás barbaridades “educativas” socialistas.
Ni la mayoría del pueblo español, ni el
que suscribe, estamos dispuestos a aguantar más ocurrencias chuscas, que
producen vergüenza, propia y ajena, y dañan tremendamente nuestra imagen
internacional como un país serio.
Si el gobierno no tiene sentido del
ridículo, nosotros sí, además de sentido de estado del que, obviamente, estos
individuos carecen.
¡Que España, nuestra Patria, no es
Bélgica, Argentina o Venezuela, aunque al paso que vamos, todo llegará!
El todavía presidente está agotando la
paciencia de los votantes españoles, y pronto nos veremos en las urnas.
Entonces se le congelará esa sonrisa de lerdo que tiene, y dicho sea como
crítica política, que no personal. Personalmente es un individuo más falso que
una moneda falsa, empezando por su doctorado, y su vida y fraudes me importa un
bledo.
Al paso que vamos, una buena parte de
los actuales diputados, senadores, etc., deberían apuntarse al paro, por lo que
pueda pasar. Su futuro es más incierto que el de un parado de edad avanzada, y
larga duración.
Es una pena que “la PSOE” se esté
hundiendo en la bolsa de la política, y a pasos agigantados. Este nuevo Atila
va a impedir que ese partido -¿o debería decir partida?- vuelva a ser
alternativa de gobierno en muchos años.
Solo por eso deberíamos alegrarnos. El
problema es que no está el horno para bollos, y España –y los españoles- nos
estamos jugando nuestro futuro, como Estado y como Nación.
O ellos o nosotros. No queda otra.
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