URGE REFORMAR LA LEY ELECTORAL GENERAL ESPAÑOLA

Usted vive en un país, antes llamado España, y pronto Ex España, donde los 286.215 votos del PNV (el 1,20% del total), pueden derribar al gobierno del PP, que obtuvo 7.906,185 votos en las últimas elecciones generales de 2016, es decir, el 33,03 del electorado. ¿Es lógico y, sobre todo, democrático?

Pienso que no.

Lo mismo sucede en Cataluña. Dos millones, escasos, de separatistas, pretenden imponer su voluntad independentista sobre los cinco millones, largos, de catalanes que son y se sienten españoles, y desean formar parte de ese proyecto común e indivisible, desde hace más de cinco siglos, que llamamos España.

¿Qué sentido tiene esta situación?

Absolutamente ninguno.

Rajoy tuvo cuatro años de mayoría absoluta para poder cambiar la ley electoral, al estilo alemán, impidiendo que los partidos autonomistas puedan concurrir a las elecciones generales.

Únicamente deberían poder concurrir a las elecciones municipales y autonómicas dentro de su feudo regional, no como sucede ahora, que van a las generales, pero no para aportar algo a la común gobernación del reino, sino simplemente preguntando “¿Qué hay de lo mío?”.

Y lo mío consiste en obtener ventajas y privilegios, además de mantener los que ya tienen, en el caso de los vascos, con el famoso cupo vasco, que supone una aportación mínima al mantenimiento del Estado.

Y lo mismo sucede en Navarra.

Cortesía en ambos casos del General Franco, en agradecimiento por su apoyo en la guerra civil. ¡Pero no veo que renuncien a este “regalo” franquista”!

A veces pienso que los catalanes –y los aragoneses, riojanos, extremeños, etc.- tienen o tendrían su parte de razón cuándo piden o pidan un cupo similar.

Y que aporte Rita, la cantaora.

Ciudadanos propugna, y creo está en lo cierto, la eliminación de los cupos y un régimen fiscal absolutamente igual en toda España, con la honrosa –y justificada- excepción de aquellas regiones de España que son insulares, y por tanto sujetas a unas circunstancias especiales.

No sé qué pasará mañana.

Unos dicen una cosa, y los otros la contraria.

Pero lo que está claro es que nuestro sistema electoral es profundamente injusto, antidemocrático y absurdo, pues prima a las minorías por encima de las mayorías, cuando da la “casualidad” de que la democracia es, o debe de ser, exactamente lo contrario.
Urge modificarlo. Y mañana ya será tarde.

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